Intensidad lírica

Considerados por separado, los ingredientes de que se compone el Concierto para violín nº 2 de Henry Wieniawski, estrenado en 1862, son de los que objetivamente deberían hacer de él uno de los más populares en el repertorio romántico. Juntos, sin embargo, no llegan a hacer de él un favorito del público, sino simplemente una obra agradable de escuchar siempre que sea de tarde en tarde.

Y no será porque no lo hayan abordado muchos y estupendos intérpretes. En disco, entre otros se puede mencionar desde Michael Rabin o Jascha Heifetz hasta Joshua Bell pasando por Isaac Stern, Itzhak Perlman o Pinchas Zukerman. En directo, la versión protagonizada por Ana María Valderrama (Madrid, 1985) en el que fue su debut en el Palau debe de ser sin duda una de las mejores que se puedan escuchar en la actualidad.

La partitura demanda un grado máximo de virtuosismo. Éste sin embargo quedaría en mera exhibición mecánica si no se le añadiera una dosis al menos pareja de intensidad lírica. Siendo tal el caso además en el acompañamiento y con el único reparo de cierta falta de potencia o musculatura en el sonido de la solista durante el allegro inicial, el grandísimo éxito obtenido de los asistentes que llenaban la Iturbi estuvo plenamente justificado. De regalo, el entre bachiano y paganiniano Preludio de la Segunda sonata de Ysaÿe confirmó que bien podemos hallarnos ante uno de los más sabrosos frutos de la magnífica última cosecha de jóvenes violinistas españoles.

Antes, por segundo día consecutivo „pero ahora con seis contrabajos„ la Noche en el Monte Pelado de Mussorgski volvió a sonar con fuerza controlada y delicadeza natural donde debía. Luego, una Pastoral de Beethoven „con siete contrabajos: ¿para cuándo ocho?„ también equilibrada pero sin repetición de la exposición del primer movimiento y con ajustes mejorables precisamente entre el desliz cometido por el clarinete al final del segundo (compás 78) y la fabulosa intervención de la trompa (María Rubio) con que, literalmente abriendo el cielo, se entró en el final.

Valencia, 30 de noviembre de 2014

Alfredo Brotons

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